Para vivir sabroso

Es verdad que cuando suena esta frase como que le retumban las piernas a uno, como que se mueven solas, como que se siente la alegría del pacifico colombiano, como que resuena un currulao, una salsa, como que los tambores suenan a lo lejos y huele a pacífico, huele a comedera, a compartir con la familia, como a juntanza con los amigos. Vivir sabroso no es solamente una frase o un eslogan de campaña, es una relación espiritual, de conciencia y de resistencia cuando de vivir se trata; cuando de ver morir y de ser reiterada víctima se trata.  

Por: John Alexander Díaz

Y es que apenas cuando me fui encontrando con esta frase llena de sabor y coloridos, quise indagar por su etimología y uso, la cual me fui encontrando principalmente en las investigaciones de dos mujeres, la profesora Mena y la investigadora Quiceno, quienes interesadas por el pacífico colombiano y sus vivencias de guerra, muerte, desapariciones y desplazamiento; pero también del arte de las  resistencias, cultivo de la juntanza, del mantener el encuentro con los suyos y el compartir lo que se tiene a pesar mismo de la carencia en que se vive.

 Pero mi necesidad de encontrarme con el sentido propio de esta frase estaba carreteada por esa voluntad de hacer que se tropezara con mis experiencias propias, con mis saberes encarnados, con mis vivencias y esto compromete necesariamente mi discapacidad.

Me surgió entonces la pregunta de qué tiene que ver el arte de vivir sabroso con estas condiciones especificadas que van organizando más los académicos y los normados, soportadas en la Resolución 113 de 2020 que se sintetiza en que las discapacidades son una sola, se dividen en siete pero se constituyen en deficiencias con barreras, de personas, que quieren vivir en diversidad.   

Arranqué entonces la tarea de escuchar a la hoy candidata a vicepresidente Francia Marques, mujer afrodescendiente, premio nobel y líder social por las comunidades negras; ella decía en varias de sus entrevistas que en este país Se necesitaba que se permitiera “vivir sabroso”. En medio de las dificultades económicas, en medio de la escasez, poder Compartir un plato de comida, compartir lo poco que se tiene; contaba entonces que los artistas del pacífico le han enseñado a compartir el arte, a compartir la música, en medio del conflicto armado, en medio de la guerra, compartir la alegría. El vivir sabroso se ha venido menoscabando por la guerra, por la escasez, por la exclusión, por el despojo, por las formas de discriminación y marginalidad. A un país tan rico, a un país que lo tiene todo no se le ha permitido vivir sabroso, terminaba Francia mientras sonreía.

Seguía todavía yo sin suplir esta curiosidad y entonces llegué hasta el artículo de la profesora e investigadora de la Universidad de Antioquia ÁNGELA EMILIA MENA LOZANO, la cual refería que Vivir sabroso, es una filosofía de vida de las comunidades descendientes africanas. Es una armonía con el entorno, con la naturaleza y con las personas. El vivir sabroso es una resistencia de existencia que hace posible la resiliencia de los pueblos, las estrategias para continuar viviendo esta vida propia. Vivir sabroso es armonizar su existencia con los seres y energías del territorio, es celebrar la vida, es perdonar, es expresar esperanza.

Vivir sabroso es una opción de vida frente al desarrollismo que arrebata la vida, que le pone precio a los derechos, que le extrae la sangre al territorio y contamina los otros seres vivos no humanos, hasta asesinarlos.

Vivir sabroso es una opción de vida y establecer esperanza en medio de los horrores que va dejando la guerra, es cantar, bailar, hacer arte, encontrarse con los suyos en medio de los “nuestros” caídos, amputados, desaparecidos, desplazados.   

Y es que la guerra no solamente arrebata el territorio, sino que también quiere quedarse con la cultura, con las tradiciones, con los sentidos de vida, con los encuentros de familia, con la palabra con el amigo. La guerra lo quiere todo, porque el miedo es su única posibilidad de existencia, porque las calles vacías y las casas amedrentadas son la posibilidad de llenar cada cuadra de armamentos, miedos y muertos.

Según la profesora Mena y la investigadora Quiceno, Vivir sabroso se inscribe al Ubuntu africano, en la que hay una necesidad de estar con los otros, con el ver al otro crecer también mientras uno crece, porque como el Ubuntu: soy porque somos y soy humano porque pertenezco, a un territorio, a los que somos, en lo que he sido y vengo siendo. Es estar sin miedo y con dignidad, nos dice Francia marques. Es la forma de resistencia de los colectivos del pacífico, porque «En medio de tantas dificultades, horrores vividos y la continuidad de la violencia, los afroatrateños no han perdido la alegría de vivir, la solidaridad, las ganas de viajar, de visitar a sus familiares, refiere Natalia Quiceno Toro en su investigación Vivir Sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia. 

Y como ya hemos visto en esta Colombia, vivir sabroso levanta la uña encarnada que se ha enquistado en nuestra cultura y de la que se han valido los señores de la guerra y sus máquinas de reproducir noticias para preguntarse alarmados: ¿cómo lo vamos a hacer? ¿cuánto nos va a costar esta forma de vida? ¿y por su puesto piden fórmulas y ases bajo la manga porque como dijo un regular líder de discapacidad: de todos modos suba el que suba no va a haber cambio, y si todo va a seguir igual, “yo voto por lo mismo que ya conozco”. Porque tal vez su vida está enquistada en la carencia y se ha mantenido en las insubsistencias que ha venido instaurando como lugar más cómodo.

Y como no pude en este artículo referir la síntesis de la dialéctica que me he propuesto, o más simple, no he contestado a la pregunta que me he propuesto en este artículo, lo dejaré por el momento para dedicarme al arte de leer sabroso mientras vivo.

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Por aquí les dejo el artículo de la profesora Mena. Filosofía de vivir sabroso: https://revistas.udea.edu.co/index.php/revistaudea/article/view/340802/20795411?s=09