Por: Diego Fernando García Alfonso
Profesional en Gobierno y Relaciones Internaciones, con Maestría en Gobierno y Políticas Públicas
Tomando un aparte del libro Cantando Verdades de Gustavo Torres Herrera (2016), quiero hablar de una característica que se ha vuelto recurrente en nuestra sociedad y que lamentablemente nos está identificando como colombianos: la cultura de la indiferencia.
Aduciendo a palabras de Torres Herrera, en este momento de la historia de nuestra región se hace cada vez más recurrente un sentimiento de insensibilidad por parte de los ciudadanos, un entusiasmo por lo indiferente, tenemos pérdida de entusiasmo, apatía ante tantos sufrimientos que a diario un sinnúmero de personas vive por la ingobernabilidad en la que se registra, despreocupación frente a la injusta realidad en la que hoy, incluso muchos de nosotros reconocemos que vivimos.
Pareciera que el espíritu de la inercia, o la acústica de las ideas, nos han puesto una coraza. Nos escondemos en la fría dejadez y así, poco a poco, se va gestando una manera de vivir tan necia, como irresponsable.
Por momentos olvidamos que somos el principal responsable y la causa de lo que sucede y de lo que cada uno hace, aporta o descuenta en ese proceso de construcción social.
Es cierto que las comunidades están de manera permanente, expuestas a sentimientos motivados por pasiones como la codicia y el odio; sin embargo, hasta donde nos sea posible, debemos evitar que nos invadan actitudes absurdas como tantas que han sido causantes de grandes conflictos que se pudieron prevenir y que hoy en día nos tienen como estamos.
Es importante activar la ilusión ante las muchas decepciones que a diario nos entrega la realidad.
Hay algo que da grandiosidad a cuanto existe: construir una utopía que nos permita trabajar unidos.
Nos hemos acomodado a tantos sentimientos erróneos, que resulta difícil hallar el verdadero sentido de lo que nos rodea, e incluso de nosotros mismos.
Tenemos que desterrar de nuestras vidas esa pereza que nos acosa, ser más comprensivos y mostrar un interés solidario por promover el pluralismo y los derechos de las minorías y los grupos vulnerables.
Es importante tener claro que promover un espíritu tolerante no significa permanecer pasivo frente a las injusticias.
No es cuestión de guardar silencio frente a las atrocidades y dificultades que cada día se generan en el mundo por deseos errados de superioridad.
Ya no podemos seguir en esa actitud de indiferencia. Debemos empezar, con la seriedad y responsabilidad del caso, a tomar la dirección correcta, a llamar a los problemas por su nombre y tratarlos con total y absoluta franqueza.
Como sociedad debemos contar con el coraje de todos para salir de esta cultura de la indiferencia, desde la impunidad y el descaro que abundan a diario.
Sin duda, urge centrar todos nuestros esfuerzos con perseverancia y tenacidad, porque merecemos la oportunidad de vivir dignamente; la posibilidad de trabajar en equipo por una mejor sociedad, con mayor desarrollo, más equitativa e incluyente, esta es y será una tarea de todos.