
La guerra arancelaria impulsada por el gobierno del presidente de Estados Unidos ha colocado a Colombia en una coyuntura crítica, en la que el rediseño de su política exterior se vuelve esencial para preservar su inserción en los mercados globales. El sector industrial colombiano, particularmente expuesto a los efectos del proteccionismo de la Casa Blanca, se ve obligado a diversificar sus vínculos comerciales. En este escenario, China surge como un socio estratégico clave, no solo para contrarrestar la dependencia histórica de Estados Unidos, sino también para abrir nuevas oportunidades de crecimiento en un entorno económico cada vez más multipolar.
La administración del presidente Gustavo Petro ha delineado una estrategia centrada en el fortalecimiento del sector agropecuario como eje del desarrollo económico y de la inserción internacional de Colombia. Esta apuesta reconoce la creciente demanda del mercado chino por productos agroalimentarios como carnes, hortalizas, café, flores, frutas y lácteos, posicionando a China como un socio comercial prioritario en el marco de una política exterior más diversificada.
Los primeros resultados de esta política ya son visibles: el sector agropecuario ha registrado un crecimiento del 8,33 %, una de las cifras más altas en los últimos veinte años. Este desempeño ha sido posible gracias a dos pilares fundamentales: por un lado, la apertura a nuevos mercados internacionales, y por otro, una ambiciosa reforma de tierras que ha implicado la entrega de más de 1.200.000 hectáreas a pequeños y medianos productores, con el fin de democratizar el acceso a la tierra y dinamizar la producción rural.
Complementariamente, el Ministerio de Agricultura ha diseñado una nueva política de insumos agroindustriales. Un hito relevante en este frente ha sido la intensión de la compra de a empresa Monómeros, estratégica que busca garantizar el suministro nacional de fertilizantes y otros insumos clave, con miras a reducir los costos de producción y aumentar la competitividad del agro colombiano en mercados como China y Medio Oriente.
Durante el gobierno de Donald Trump (2016-2020), Colombia experimentó una disminución en los incentivos para la inversión extranjera, particularmente por parte de empresas occidentales. Esto evidenció una relación bilateral con Estados Unidos cada vez más incierta y menos confiable, lo que llevó a una mayor dependencia de acuerdos tradicionales, sin considerar alternativas estratégicas a largo plazo. Con el regreso de Trump al poder en 2024, la situación podría empeorar si Colombia no diversifica rápidamente sus alianzas comerciales. En este escenario, el país se encuentra ante un reto crítico: la falta de diversificación en su política exterior y económica podría llevarlo a una posición más precaria para los empresarios colombianos. Mientras tanto, naciones como Perú, México y Brasil ya han logrado consolidar acuerdos clave con China, lo que les otorga una ventaja significativa en las negociaciones con el gigante asiático.
Esta dinámica podría poner a Colombia en una desventaja estratégica en un contexto global cada vez más multipolar, donde la capacidad de adaptarse a nuevas alianzas será esencial para mantener su competitividad en los mercados internacionales.
China como socio estratégico de Colombia:
una transformación aceleradaMás que un giro radical, una eventual adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China sería una reafirmación simbólica de una relación comercial que, en la práctica, ya ha alcanzado una dimensión estratégica. Como señala la BBC Mundo, se trataría de una ‘elevación política’ de vínculos económicos que han crecido de forma sostenida durante más de tres décadas.
Las cifras lo confirman: en 1991, el comercio bilateral con China era casi inexistente, con importaciones por apenas US$8 millones y exportaciones por US$17 millones. Para 2022, Colombia exportaba más de US$2.165 millones a China e importaba más de US$16.000 millones, consolidando a China como su segundo socio comercial en exportaciones solo detrás de Estados Unidos y el principal origen de importaciones.
Este escenario plantea desafíos y oportunidades para la política exterior colombiana. Por un lado, la Franja y la Ruta ofrece acceso preferencial a proyectos de infraestructura, financiamiento y cooperación tecnológica en sectores clave. Por otro, implica mayores niveles de dependencia de una potencia global cuyas prácticas han sido cuestionadas por países occidentales en temas como transparencia, sostenibilidad de la deuda y soberanía económica.
Críticos como la oposición liderada por el centro democrático advierten que una mayor cercanía con China podría generar tensiones con Estados Unidos, socio histórico y aún dominante en términos de influencia política y militar en la región. Además, sectores económicos locales temen que el fortalecimiento del vínculo comercial sin medidas de protección adecuadas podría profundizar los desequilibrios de la balanza comercial y afectar a la industria nacional.
Aun así, en un contexto global multilateral, marcado por la competencia estratégica entre Washington y Pekín, Colombia no puede permitirse una política exterior estática. La diversificación de sus alianzas económicas debe verse como un ejercicio de soberanía y pragmatismo, no como una alineación ideológica a Estados Unidos o China.
Se proyecta que para 2025 o 2026, China superará a Estados Unidos como principal socio comercial de Colombia, consolidando un cambio estructural en la inserción internacional del país sudamericano. Esta transformación ha sido impulsada por una aceleración sostenida en los vínculos bilaterales desde aproximadamente 2016.
Según los analistas Guzmán y Castrillón-Kerrigan, «en su búsqueda de fuentes alternativas de financiación, Colombia encontró en las empresas chinas actores dispuestos a participar en licitaciones públicas bajo condiciones particularmente ventajosas. Con el tiempo, las élites colombianas comenzaron a percibir a China como un socio confiable en el financiamiento de proyectos estratégicos, mientras que China identificó en Colombia un entorno estable y atractivo para canalizar inversiones».
Desde entonces, la inversión china ha experimentado un crecimiento sostenido en Colombia, especialmente en sectores considerados clave para el desarrollo nacional, como las telecomunicaciones, los hidrocarburos, la infraestructura y la tecnología. Estos flujos de capital se han traducido en proyectos de alto impacto, que no solo fortalecen la presencia de China en América Latina, sino que también reconfiguran las alianzas tradicionales de Colombia en el plano global.
Casanare y la industrialización ganadera:
una apuesta estratégica para el mercado asiáticoCasanare enfrenta una oportunidad histórica para posicionarse como un actor clave en el comercio internacional de productos agropecuarios, particularmente a través de la industrialización del sector ganadero. La creciente demanda de carne en China, país con una población que supera los 1.400 millones de habitantes, representa un mercado altamente atractivo para los productores del departamento. Esta coyuntura abre una ventana estratégica para que Casanare consolide su liderazgo en el ámbito ganadero nacional e internacional.
Para aprovechar esta oportunidad, resulta imperativo que el departamento avance en la formulación y ejecución de programas estratégicos orientados a la industrialización del sector, con un enfoque en el cumplimiento de estándares internacionales que habiliten la exportación de carne bovina a mercados exigentes como el asiático.
La visión de desarrollo impulsada por el gobernador César Zorro se alinea con esta apuesta, al promover una transformación productiva centrada en el fortalecimiento del sector agropecuario. Este enfoque no solo permitirá al departamento competir en igualdad de condiciones con regiones tradicionalmente fuertes en ganadería como Córdoba, Meta, Magdalena y Antioquia, sino que también posicionará a Casanare como referente en carne orgánica de alta calidad nutricional, un atributo altamente valorado por los consumidores chinos.
Casanare cuenta con una oferta robusta: más de 2.140.942 cabezas de ganado que lo sitúan como el segundo hato bovino más grande del país. Esta capacidad productiva, respaldada por las condiciones naturales de las llanuras orientales, garantiza el volumen necesario para atender la demanda internacional.
Así, se configura una oportunidad única para establecer una estrategia comercial sólida, centrada en la carne casanareña como un producto emblemático del desarrollo regional con visión global.
Cristian Rivas / Analista, Senado de la república, Comisión tercera .




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