De pescador a periodista de Noticias Caracol: hoy recibe 2 títulos de posgrado en derecho

Muy pocas probabilidades se pensaría que un pescador de un caserío de apenas 25 casas, tiene actualmente en nuestro país. Pues Alexander Guerrero es una muestra de que con ganas, con esfuerzo y resiliencia, todo es posible de lograr.

Es que Alexander nació en San Francisco de Loba, donde las casas son de bareque. Este caserío yace  sobre la margen izquierda del rio Magdalena, donde el barro y la madera no solo sostienen los techos de palma improvisados sino también, esperanzas. Allí, la pesca no era un oficio, más bien era un destino obligado.

Alexander creció lanzando atarrayas, tirando trasmallos en los ríos y ciénagas por las noches y aprovechando la temporada de subienda; aprendió pronto que el hambre también muerde, perfora el alma pero te hace fuerte; entendió que la escuela solo era un lujo con el que dada la pobreza extrema se podía únicamente soñar y entre el frío del río y las palizas por negarse a “seguir trasmallando”;  entendió que sobrevivir no era suficiente para lograr educarse y que había que buscar nuevos horizontes.

La primera fuga: elegir estudiar

Con el cuerpo adolorido y la convicción intacta, huyó al caserío El Retiro, allí vendió leche y suero en las calles para acceder al bachillerato y la suerte, esquiva, lo empujó a otra orilla: Magangué, puerto agrocomercial y pesquero donde el río trae mercancías… y, a veces, oportunidades. En las mañanas fue cotero de bultos; en las tardes, arreglador de zapatos; de noche, estudiante. Se graduó con honores en el Liceo Joaquín Fernando Vélez: mejor estudiante, mejor Icfes, mejor bachiller, personero; una lluvia de reconocimientos que, más que medallas, fueron permiso para soñar.

En su travesía se topó con maestros y puertas que se abrieron, el destino le puso dos faros, el poeta Antonio Botero Palacios y el periodista Alfredo Amín Betar, ellos vieron en aquel muchacho laborioso “una chispa” para contar historias, lo recomendaron para un depósito de víveres —un trabajo mejor pago— y, sobre todo, le enseñaron que el talento florece cuando alguien lo nombra y le presentaron a un sacerdote, el padre José Humberto Arango, con una emisora católica y un canal de televisión comunitaria allí inició un reto mayor, escribir para televisión en el canal Comunicar Esperanza de esa manera nació en esa pequeña ciudad el primer noticiero local hecho por jóvenes sin diplomas, sin experiencia en el arte de confeccionar la noticia pero con hambre de decir, de contar, de escribir y de registrar el acontecer diario y el calor humano de la gente. Alexander aprendió en vivo: guion, cámara, calle, contraste, ética y pronto lo contrataron otros medios de la región como el periódico de la costa, el comunicador, canal Magangué, canal cinco etc… su pluma sensible, su voz y su estilo guerrero empezó a tocar almas.

El precio de investigar

Amar el periodismo investigativo tuvo costos, las denuncias rozaron nervios de poder y apareció la amenaza y detrás, el nombre de una empresaria del chance, y un plan macabro según las autoridades, para asesinarlo. Alexander, para seguir vivo, tuvo que huir de la tierra donde encontró puertas abiertas para las oportunidades, con 500 mil pesos donados por compañeros de trabajo y amigos, chanclas, un pantalón en dril con bolsillos a los lados y una camiseta, tomó el primer bus sin preguntar destino. Medellín lo recibió y se alojó en una residencia barata por unos días mientras ubicó un conocido que le prestó techo dos meses. La Federación Nacional de Periodistas lo ayudó con subsidios de reubicación temporal y después de girar por varios lugares, el mapa lo trajo a Casanare.

Volver a empezar… y seguir

En tierra llanera, levantó otra vez su nombre, lleva 18 años como corresponsal de Noticias Caracol, contar historias, registrar dolores y alegrías, mostrarle a Colombia y al mundo las bondades y maravillas de un departamento mágico y bondadoso y ser el medio para la denuncia social y servir ha sido la máxima expresión de agradecimiento por la vida y las oportunidades. Pero no se conformó, estudió lo que la infancia le negó. De pescador, zapatero y cotero pasó a periodista y abogado. Se graduó en Derecho (UNAB), se especializó en Derecho Penal y Criminología (Universidad Libre), cursa Derecho Procesal y Litigio Estratégico (Universidad Católica de Colombia) y es candidato a magíster en Docencia Universitaria (Uniminuto). La formación, ahora, es también su manera de agradecer.

Los frutos de la persistencia

Su trabajo ha sido reconocido con premios que no esconden su origen humilde, sino que lo subrayan como el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, Premio Nacional de Periodismo Armando Devia Moncaleano, reconocimiento a la Prevención del Riesgo y la estatuilla Annia Pino In Memoriam en La Habana Cuba y fue condecorado por el concejo de Yopal como ciudadano ilustre con la medalla al mérito ciudadano. Detrás de cada galardón hay noches de río, madrugadas de micrófono y un credo sencillo, que la verdad necesita testigos valientes.

Lo que su historia enseña (para quien empieza)

Alexander enseña que pervivencia no es aguantar por aguantar, es sostener la identidad cuando el mundo te empuja a disolverte; al dejar la pesca, pero no su esencia y al trabajar con las manos, luego, con las letras, la palabra y con su voz, hizo que el esfuerzo venciera la realidad. Su resiliencia es la fe pura que huir no es rendirse, es elegir vivir para seguir contando historias; tras las amenazas, reconstruyó su vida en otra geografía, con oficios temporales y estudios permanentes y la resiliencia, en su caso, fue escrita con cuadernos abiertos y maletas livianas. Cargar bultos de día, estudiar de noche, escribir al amanecer es sinónimo de que la constancia convierte el talento en oficio y el oficio en impacto público y que la tenacidad, es la disciplina que vuelve justo lo improbable. 

Enseña a superar barreras y a considerar que la pobreza, la violencia, el desplazamiento y el desconocimiento, no solo fueron muros, sino, escalones que lo llevaron a becas improvisadas, mentores oportunos y hambre de aprender. El niño del río encontró voz, leyes y cámara, hoy, Alexander recibe grado como especialista en Derecho Penal y en Criminología en la Universidad Libre de Colombia en Bogotá, seguramente seguirá caminando los llanos con la misma fuerza y velocidad con la que antes remaba el Magdalena. Tal vez seguirá llevando su cámara y micrófono en busca de nuevas historias para contar, sin embargo, llevará credencial y códigos bajo el brazo. En unas breves palabras aseguró “que a veces, cuando el viento mueve los pastos como si fueran olas, el solo se detiene a respirar y recuerda al niño que se negó a seguir trasmallando y al joven que encontró en la palabra, una canoa para cruzar el río” y entonces concluye que, “éxito es lo que queda cuando una vida decide, una y otra vez, permanecer”.

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