
En un contexto marcado por la promesa de transformación social y mejora de la salud en La Guajira, la construcción del Hospital San Lucas se ha convertido en un símbolo de frustración y desilusión. A pesar de que el Ministerio de Salud desembolsó más de 7 mil millones de pesos para la ampliación de esta infraestructura vital, el contratista ha fallado en cumplir con los plazos establecidos, lo que ha llevado a la cartera a exigir la devolución de los fondos.
El alcalde de Riohacha, Genaro Redondo Choles, quien ha sido un ferviente defensor del proyecto, expresó su desánimo: “Este hospital debía ser una oportunidad para fortalecer nuestro sistema de salud, pero ahora se ve amenazado por la ineficiencia en la ejecución”. El proyecto, que prometía convertirse en un referente de atención médica en la región, ahora se enfrenta a una realidad sombría.
Este incidente se inscribe dentro de un patrón preocupante, ya que el Hospital San Lucas es parte de un conjunto de 44 nuevas obras comprometidas por el gobierno de Gustavo Petro, las cuales han sido criticadas por su pésima ejecución. La situación no solo afecta la infraestructura, sino que pone en riesgo la salud y el bienestar de toda una comunidad que espera con ansias un cambio en sus condiciones de vida.
La promesa de un nuevo hospital que traería equidad y acceso a servicios de salud de calidad se convierte en un eco de promesas vacías. La población de La Guajira, que ha sido históricamente olvidada, una vez más se siente traicionada ante la falta de acción y el derroche de recursos que podrían haber cambiado su realidad.



