El 13 de agosto de 1999, un hecho brutal sacudió a Colombia: un grupo de sicarios emboscó y asesinó al destacado periodista, humorista y activista por los derechos humanos Jaime Garzón, en el barrio Quinta Paredes de Bogotá.
La camioneta en la que viajaba Garzón fue interceptada por dos hombres en moto, quienes le dispararon cinco veces, dejándolo gravemente herido. Pocos metros después, la camioneta se detuvo tras impactar contra un poste de luz, con Garzón aún con vida pero moribundo. En ese día, un país ya familiarizado con el dolor y la tragedia, se enfrentó a una nueva y profunda herida.
25 años después, la justicia sigue siendo esquiva. A pesar de que José Miguel Narváez, exsubdirector del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), fue condenado en 2018 a 30 años de prisión por su rol en la planificación del asesinato, el caso sigue sin esclarecerse completamente.
A pesar de las evidencias que señalan a varios militares y paramilitares implicados en la conspiración para acabar con Garzón, por lo que la lista completa de responsables aún no ha sido revelada.
El testimonio del paramilitar Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, ha vinculado a la banda La Terraza con el crimen, organización criminal que fue eliminada poco después del asesinato.
También se ha señalado al entonces jefe de inteligencia de la Brigada 13 del Ejército, Jorge Eliécer Plazas Acevedo, como facilitador en la recolección de información sobre Garzón. Sin embargo, el país sigue sin conocer la identidad de todos los actores estatales involucrados.
La justicia para Jaime Garzón continúa siendo una deuda pendiente. La sociedad colombiana se pregunta: ¿cuándo se hará plena justicia por su asesinato? La búsqueda de verdad y responsabilidad sigue siendo una necesidad imperiosa para cerrar este capítulo oscuro de la historia del país.
