La sede de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, UBPD, fue el lugar que la familia Sanabria Correa eligió para decir adiós a Ander Alfonso Sanabria. Allí el equipo territorial hizo un reconocimiento de la búsqueda que ellos han recorrido pacientemente y que con el acompañamiento de la entidad no solo conocen la verdad de lo sucedido, también, despidieron como siempre quisieron a su hijo, ex pareja y papá.
Ander Alfonso el mayor de 5 hermanos, nació en Barrancabermeja – Santander, de donde salió la familia Sanabria Correa en busca de horizontes más tranquilos y con la intención de ver crecer a sus hijos alejados de la ola de violencia que acechaba su ciudad natal.
“No me cierre la puerta que ya vengo” dijo Ander al salir de su casa ese 14 de enero de 2007, la última vez que la familia lo vio con vida.
El año en que Ander iba a cumplir 23 años de edad, ya tenía a cargo la responsabilidad de su pareja y sus dos hijos. Después de buscarlo en los hospitales, morgues y cementerios en Casanare, la familia denunció ante el CTI de Yopal su desaparición, pero no tuvieron las respuestas esperadas.
Los meses pasaron y María Doris, su madre, recibió vía telefónica la supuesta información de que su hijo había muerto en un combate en enfrentamiento con el ejército, relataron a la UBPD.
Pese a las contradicciones de los hechos, María Doris y Yuliana Hernández, su pareja de ese momento, recibieron información de una persona, que el cuerpo de un joven con las mismas características de Ander había sido dejado en el cementerio de Aguazul.
Para esa fecha ya habían hecho varios intentos por esclarecer la verdad, cuentan que siempre encontraron una barrera que no les permitió avanzar en su búsqueda. Por eso, Maria Doris junto a Yuliana, trataron de ubicar el lugar donde supuestamente había sido inhumado el cuerpo de Ander y allí pusieron una cruz de madera artesanal; una guía que les ayudaría a no perder la pista del cuerpo de su hijo y pareja, si de verdad era cierto que allí estaba enterrado.
María Doris refugió su dolor en sus otros hijos y Yuliana por su parte se volvió a organizar y estableció una familia con sus dos hijos y una nueva pareja. Las dos cuentan que siempre presintieron que allí estaba el cuerpo.
María Doris cuenta que, en un sueño con su hijo, caminaron tomados de la mano en una playa y él mirándola a los ojos le dijo: “Mamá yo sabía que usted no me iba a olvidar”. Con ese sueño, asegura que se terminó de convencer que allí sí estaba su cuerpo.
Cerca de 17 años pasaron, hasta que el equipo investigativo de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, sede Yopal, adelantó las gestiones para conocer la información de los cuerpos dispuestos en el cementerio de Aguazul entre los años 1995 y 2007. Luego de horas y días exhaustivos en revisión de actas, bases de datos, solicitud de información al Instituto Nacional de Medicina Legal, se realizó la intervención que arrojó como resultado la recuperación de 29 cuerpos.
Cuenta el equipo forense, que al encontrar la cruz de madera con los números 25/05/82 y un nombre que apenas se leía como Andera Sanabria, fue la pista que, tras varios días de verificación, los llevó a dar con el nombre de Ander Alfonso Sanabria Correa.
“Nunca nos rendimos ni paramos de buscarlo…aquí en la Unidad de Búsqueda nos han atendido como si fueran familia de uno”, dijo Yuliana al recordar la llamada que recibieron por parte de la UBPD.
La familia Sanabria participó en el proceso de recuperación del cuerpo, también en la toma de muestras genéticas y los diálogos de identificación que permitieron confirmar técnicamente que sí era el cuerpo de Ander.
Al tiempo, María Doris ha seguido indagando sobre los hechos y fue solo hasta este año que su hijo Ander fue reconocido como víctima en el Sub-Caso 03 en Casanare a cargo de la JEP.
«Como Unidad de Búsqueda nos alegramos de dignificar el dolor y contribuir a sanarlo», dijo Sonia Rodríguez Torrente, coordinadora del grupo interno de trabajo territorial de Yopal.
El cuerpo de Ander fue enterrado en el cementerio de Yopal, la cruz de palo quedó atrás, ahora se reconoce por una lápida en forma de libro que conserva no sólo sus nombres, también, una de las últimas fotos que le fueron tomadas aún con vida.