Por: John Alexander Díaz Ortegón
*Licenciado en educación, magister en educación, creativo literario, columnista y activista de derechos humanos.
@Johndaz988
En una conferencia realicé la siguiente encuesta: le pedí a los asistentes que alzaran la mano aquellos que quisieran vivir con una ceguera, una parálisis física, ser sordos, desplazarse en una silla de ruedas o solo poder hablar por medio de un intercomunicador. Ninguno alzó la mano, igual ya me era predecible el resultado. Esto quiere decir que a nadie le gustaría vivir con una discapacidad y estoy seguro, que ni siquiera a gran parte de la población que ya vive en esta condición.
Dios mío.
No es para menos. Por un lado, históricamente, la iglesia cristiana a partir de la biblia, adjudicó sobre la persona con discapacidad la manifestación del pecado, cargar sobre su cuerpo una marca que manifieste una culpa, o como la oportunidad de liberación del karma impuesto que seguro lo sacará de ese estado en algún momento.
Según dicen los libros que describen la vida de Jesucristo, que hizo milagros, poder que fue concedido por ser el hijo de dios, y que en su corta vida pudo liberar ciegos de la condena de la obscuridad, hiso caminar “paralíticos” que llevaban toda su vida “postrados”, les devolvió el oído a sordos y sanó a quienes creyeron en él, a la normalidad, al cuerpo sano, al modelo edénico de ser humano.
Es así, que esta creencia, constitutiva de las culturas evangelizadas por las religiones cristianizadas, ha permanecido entre las ideas de todos aquellos que guardan la esperanza de algún día obtener la salvación de su alma y la redención de su carne. No son pocas las personas con algún tipo de discapacidad que asisten los domingos a una iglesia, suben hasta el Señor de los milagros, o hacen peticiones por las cuales deben pagar algún tipo de penitencia, para obtener como milagro la devolución del sentido o parte del cuerpo que ha perdido.
La ciencia.
Por otro lado, la ciencia, antítesis de la religión, racional, cartesiana, quien a partir del método científico “busca la verdad de las cosas”, ha sostenido también la idea de un ideal de ser humano, con todas sus capacidades y sentidos “bien puestos” y en relación con las personas con discapacidad, mantiene una Esperanza que puede ofrecerle al cuerpo carente una redención a la materia postrada y un alivio a la frustración que su “deficiencia” genera. No es la búsqueda del cuerpo basado en el modelo edénico de la religión, pero si del cuerpo normado, completo y si se quiere, con las características propias para cumplir con cualquier tarea. El cuerpo más fuerte, el más rápido, el más eficiente, el más capacitado. El cuerpo con las mejores piernas, la mejor vista, los oídos más atentos, las manos más ágiles, el gusto más esquicito, el olfato más desarrollado.
En este mismo sentido, no son pocas las publicaciones que a diario uno puede encontrarse asegurando haber encontrado la cura para algún daño en los ojos, la columna, el oído y hasta el cerebro. O alguna noticia que confirme haberse diseñado el mecanismo propicio para servir como herramienta asistiva de alguna discapacidad mediadora de una carencia o que sus beneficios son complementarios a un tipo de asistencia.
Esto específicamente tiene que ver con el modelo rehabilitador, el cual comprende al ser humano con alguna deficiencia la cual debe ser reparada, rehabilitada o asistida. Algún ser superior que por medio de cámaras conectadas al cerebro puede ver imágenes, que por medio de un audífono ahora escucha cada cosa, una tecnología que ofrece hacer caminar, recuperar neuronas dañadas, hacer regresar la cordura perdida. -El complemento alimenticio que como un milagro te hacen la más fuerte, la naranja con zanahoria que devuelve la vista, la vitamina para el cerebro que repara las neuronas dañadas.
En concreto estas dos concepciones (evangelizadora y científica) me generan una preocupación constante. Fueron muchos siglos en los que el desarrollo humano y social estuvo estancado, sin ninguna contribución política, social y económica para las personas con discapacidad, por la esperanza que dios los salvaría de su “postración”.
Con la ciencia no veo una diferencia a lo generado por la iglesia. Muchas personas con discapacidad buscan cada día en las noticias científicas, la cura para su salvación y redención de su cuerpo, negando de esta manera, los cuerpos no normados, las existencias diversas, las múltiples formas de existir que tiene el ser humano.
Esta búsqueda diaria, motivada con la esperanza de encontrar la cura a su malestar, enclaustra a las personas con discapacidad permaneciendo ausentes de relaciones sociales, espacios de participación y de ejercicio de ciudadanía, e incluso, de los espacios de participación y acciones políticas. Las familias no los dejan asistir a la escuela, no asisten a lugares que permiten la relación con otras personas porque deben poder encontrar la noticia que los sacará de su mal en el jash jash en los papers de la ciencia.
Es una esperanza que no es religiosa pero que cumple un ritual de búsqueda, no promueve el fanatismo, pero constituye unas relaciones que los mantiene como seguidores permanentes, no redime el alma, pero libera la psiquis de tenciones por una esperanza constantemente alimentada por los resultados que escupen los laboratorios.
Por último, la discapacidad, es de esas poblaciones de las que muchos quisieran nunca estar, jamás vivir con ella en un sentido más cruel, no tener nada que ver con quienes la viven. Esto hace que pocos se sientan identificados con el cuerpo que tienen y las condiciones de vida que traen estos rasgos diferenciales. Así mismo, somete a esta población al escarnio constante en el que su diversidad es negada, y como si fuera poco, a permanecer como objetos de estudio de los laboratorios.