Como en una novela de Kafka

Por: John Alexander Díaz Ortegón

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

A Santrich lo vi por primera y última vez en una conferencia que tenía como intención hablar sobre los acuerdos de paz. Un hombre de mediana estatura, de acento costeño y refinado, de conversa locuaz e ironizada, de pasos ligeros que fue lo último que pude darme cuenta luego de su retiro del recinto. En aquel espacio lo escuché declamar un par de sus poemas, hablar del proceso de paz y los adelantos con el gobierno sobre la justicia transicional JEP.

No supe más de él hasta cuando fue implicado en narcotráfico ya dentro del proceso de paz, su paso por la cárcel y todo el despliegue mediático que hubo hasta su desaparición de los escenarios públicos. Para mí se sintetizaba en un hombre ciego -de baja visión – que como en los rengos de Perón, se alistaron en las armas. Un ciego que no se denominaba como persona con discapacidad y, por el contrario, replicaba el adjetivo de discapacitado en cada una de sus intervenciones. Ese tema poblacional en definitiva no le importaba.

Al médico no lo conocí sino hasta el día de su asesinato. Me interesó la analogía que tenía con Santrich, su ceguera y el oficio que ejercía viviendo con su discapacidad. Según los medios de comunicación, el día 29 de octubre de 2020, unos hombres armados con fusil llegaron hasta su casa en El Plateado cauca, le dieron un par de palmadas en su hombro para que se dejara guiar y luego su cuerpo fue encontrado tirado en una vía del pueblo. Su nombre era Pompilio Narváez. Médico naturista de profesión, vivía con su esposa y era bastante reconocido en la comunidad por su trabajo.

Del crimen de este médico entre la población con discapacidad pude notar dos únicas reacciones: la primera que decía que la guerra en Colombia si es inclusiva y la otra una manifestación escrita que llamaba la atención sobre la violencia a la que además estaba expuesta la población con discapacidad en la guerra. De esto no se volvió a decir nada más (ni en la población, ni en los medios) Su caso pasó transparente entre los abundantes hechos de asesinatos y masacres que ocurren en nuestro país.

Se dice que el crimen de este médico fue perpetuado por las llamadas disidencias de las FARC, a las que pertenece Jesús Santrích, su compañero de condición. Un ciego que decidió ir a la guerra e hizo parte activa del proceso de paz como vocero político, y el otro, un ciudadano ciego que era conocido en su lugar de vivienda como galeno, cuidador de vidas.

Ya antes el 18 de julio de este mismo año, en Morales Cauca, habían asesinado a Sigifredo Gutiérrez, persona con discapacidad física y líder de su municipio. Gutiérrez, era un artista de la chirimía, que aportaba a su municipio el desarrollo cultural enseñando a niños y a adolescentes la música folclórica. También promovía la lectura fomentando el amor por los libros, y realizaba acciones llamando a la paz de su municipio y del país, como se puede ver en homenajes que la misma población realizó a su memoria difundiendo su liderazgo.

Son miles de personas que por la guerra han quedado en condiciones de discapacidad, han sido parte de grupos armados, bandas criminales y que han sido víctimas del conflicto armado que tiene nuestro país. Se consideran víctimas con discapacidad a “las personas que además de haber experimentado el hecho victimizante presentan alguna discapacidad” según el concepto que refiere la ONU para la población.

“La condición de ser víctimas al interactuar con la discapacidad puede generar tres posibles escenarios: cuando el echo victimizante genera directamente la discapacidad, cuando la víctima ya presentaba discapacidad antes de la ocurrencia del hecho victimizante pero el echo victimizante agravó la discapacidad, cuando la víctima ya ha experimentado el echo victimizante y luego adquiere la discapacidad. Si bien todas generan condiciones diversas, todos tienen la doble condición de víctimas con discapacidad y deben ser atendidas, asistidas y reparadas de forma integral y de forma diferenciada”, dice un documento publicado por el Ministerio del interior.

Las prácticas de violencia que han ejercido los grupos armados han pasado de la supresión del contrario a realizar técnicas que condicionan a tener una discapacidad. Estas prácticas hacen parte también de investigaciones que adelanta el país y las organizaciones internacionales. Sin embargo, la población con discapacidad sigue siendo víctima de la exclusión social que mantiene a una gran parte de esta población en la pobreza extrema, sin las garantías económicas para su subsistencia, sin proyectos claros que sean garantes de derechos y que pueda reducir la discriminación y la exclusión social a la que están sometidos, mientras la guerra, el crimen organizado y la pobreza sí sigue siendo incluyente con nuestra población.

En medio del conflicto armado se incrementa para toda la población la posibilidad de adquirir una discapacidad. La edad avanzada, la baja escolaridad, la desocupación, la pérdida de roles sociales, la pérdida de familiares y amigos, las condiciones materiales de vida inadecuada, las enfermedades crónicas, son factores que se identifican como potenciadores de condiciones de discapacidad sin contar con el riesgo de caer en minas antipersona o caer en medio del fuego cruzado.

Las condiciones de Santrích y de Pompilio son diferentes aunque compartan una misma discapacidad: el primero está en la guerra por elección dados los argumentos personales, sociales y políticos que se consideren; no se considera persona con discapacidad, es decir, que sus barreras comunicativas, arquitectónicas, actitudinales, económicas y culturales son otras de acuerdo a su enfilamiento militar y al respaldo que tiene de su grupo armado, no requiere de la política inclusiva del estado porque sus necesidades en principio no son las de un ciudadano de a pie, y sus requerimientos están enmarcados en políticas colectivas de su agrupación y el proceso de paz.

Por el contrario, Pompilio, así como Sigifredo, son personas con discapacidad de especial protección constitucional que requerían protección del estado, buscaban por medio de su liderazgo social y laboral contrarrestar sus condiciones sociales -similar a lo que hace la mayoría de la población con discapacidad-, por la que el estado colombiano tiene una directa responsabilidad en el cuidado de sus vidas.

Si bien el conflicto armado nos incluye a todos los colombianos, lo que es verdad es que lo hace de diversas maneras y las condiciones pueden ser de victimización y revictimización de acuerdo a la orilla en que te encuentres. Si bien estos dos hombres viven una discapacidad visual que condicionan sus vidas, no fueron las mismas realidades las que tuvieron que experimentar, ni los mismos desenlaces -que como en una novela de Kafka, representa el estado de frustración humana y su impotencia frente a lo que no tiene directo control. Y como en una canción de Blades: el borracho dobla por el callejón.

 

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