"Y la escuela se hizo necesaria" »

«Y la escuela se hizo necesaria»

Por John Alexander Díaz

*Licenciado en educación, magister en educación, creativo literario, columnista y defensor de derechos humanos.

Si removemos preguntas que ahora parecen resueltas (y entiéndase parecen) y obvias para las políticas administrativas, como ¿para qué deben ser educadas las personas con discapacidad?, entonces nos adentramos en otras preguntas y respuestas mayores: para el trabajo; como rebuznan constantemente las políticas educativas desde la constitución del 91, para ser educadas; como pueden ser respondidas desde una educación despistada, para ser incluidas; como el eterno refuerzo de mantenerlas en un orden subalterno, vulnerable, determinista, el cual se sostiene y delimita con un proyecto que se hace apósito verbalizado de sí mismo, para cumplir las políticas; como diría un tecnócrata administrativo de una de las instituciones para discapacitados, para cumplir la educación para todos, todos los conocidos, los escogidos, los útiles, los servibles, los normales, todos los que respondan a un determinado patrón normo biológico ya durante siglos conocido.

Los demás, son el fiambre que queda en la olla por si requiere ser raspada: sobre asaltada con proyectos sobrepuestos como ha venido reproduciéndose la educación inclusiva.

La educación ha sido durante siglos el mayor proyecto definido por el ser humano. Es la posibilidad misma de poder, que una sociedad desarrolle en sus recién llegados los potenciales para que pueda vivir mejor, las actitudes para compartir y construir con los demás y para que sea partícipe de un proyecto en común como ser social y político.

Sin embargo, junto con este proyecto, también fueron apareciendo sus limitaciones, en cuanto ha venido respondiendo a un sector selectivo de la sociedad, pero no a todos como es su deber primario, ni a los que han vivido la desigualdad y que han sido mantenidos en la vulnerabilidad como es su principio ético. Han sido más los excluidos que los que han tenido una educación como recurso para potenciar su proyecto de vida personal, comunitario y social. Es por esto, que quienes han estado fuera de los muros de este gran proyecto, han sido las personas con discapacidad.

Las cifras de acceso, permanencia y egreso siguen siendo lamentables y los recursos para su atención escasos. Las actitudes para con ellos siguen siendo determinadas por los imaginarios sociales y medidos con las clásicas reglas del saber, saber pensar, saber hacer, saber decir, no de cualquier manera, sino claro está, de una manera conocida.

Y aunque los planteamientos de este proyecto están claros desde el principio, las personas con discapacidad y quienes los representan, vienen solicitando a gritos el acceso para su ingreso a un sistema que se mantiene vivo en el filo de la navaja, pero que subsiste para reproducirse y como el eterno retorno, seguir siendo solicitado.

No hablo aquí de un fatalismo educativo donde la educación pierde sentido, hablo de la esperanza de resignificar el sistema, planificar los servicios desde su naturaleza misma y menos como apósito, pedagógica las sociedades para deconstruir el clásico proyecto y poner cada proyecto de educación en su justo lugar: el compromiso formativo de las familias, el compromiso de inversión educativa del Estado, el compromiso de la reducción de las barreras de las discapacidades y el compromiso de quienes han sido excluidos, a pesar de sus exclusiones.

Para ser un poco justos, cada sociedad y estado ha puesto sus esfuerzos institucionales para garantizar la educación, las herramientas han sido diseñadas para reducir las barreras y proporcionar los ajustes, proveer del personal profesional y técnico que preste el mejor servicio y estructurado las políticas para ir definiendo poco a poco una educación para muchos.

Este justo lugar, les ha costado a los Estados riquezas enormes tiradas a la basura con experimentaciones complejas y rediseños institucionales sobre lo mismo, que a la larga no ha generado las mejorías que requiere y más bien si ha sostenido un sistema que nos conviene a tantos, pero que es solo garante para muchos.

Como dije alguna vez en una ponencia en la que el tema era la educación inclusiva: la población con discapacidad es muy decente, cumple y reproduce las normas de un sistema que los mantiene excluidos. Y es que con solo revisar una y otra vez las cifras de educación en el acceso para personas con discapacidad, se pregunta uno: ¿la discapacidad en la educación si se ha vuelto necesaria? Pregunta por resolver y proyecto educativo por desarrollar.

«Y la escuela se hizo necesaria»

Por John Alexander Díaz

*Licenciado en educación, magister en educación, creativo literario, columnista y defensor de derechos humanos.

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